De pronto fue como desaparecer...
o como tener más vida.
O más bien como morir sin haber perdido el peso de los huesos
y preguntarse eternamente sobre si la luz que vemos es o no real.
Fue también como renacer,
y buscar en el agua un vestigio de lo que fuimos
o de lo que no queremos ser
con la esperanza de encontrarlo
para poder entender.
Nosotros estábamos unidos de una forma extraña,
siempre juntos y en silencio.
Sabíamos leer nuestras mentes sin decoro
y conocíamos lo más íntimo de nuestro sentir
casi como si fuésemos en verdad, la misma persona.
Compartíamos noches similares con las variaciones propias de la existencia,
cenábamos la misma comida y dormíamos a la misma hora;
amábamos y odiábamos igual, a intervalos, pero en constancia.
Creíamos ser hermanos gemelos,
uno más amable que el otro,
uno más malvado,
uno más listo, el otro más tonto,
como se pudiera esperar en las diferencias nimias de los gemelos.
Entonces sucedió:
una noche de abril el viento dejó de soplar,
nos buscamos el uno al otro en la cama
y no encontramos sino el hueco vacío y frío.
El espejo nos develó un rostro distinto,
parecido al de siempre pero ligeramente cambiado
y nuestras manos por primera vez se veían diferentes.
Nos buscamos sin encontrarnos,
nos gritamos sin cesar pensando que nos habíamos perdido.
Y luego al vernos cara a cara a los ojos lo supimos;
supimos al aspirar el olor contrario, al respirar con el mismo ritmo;
supimos al desear la misma acción
y al convertirlo todo en un secreto.
Era como empezar de nuevo una vida terminada hacía mucho,
era como renacer bajo otra forma,
o tal vez era sólo como haber abierto los ojos
y saber que nunca fuimos dos sino uno solo.
Ambos dijimos las mismas palabras y nos aterramos
porque éramos una sóla entidad que se multiplicaba
en la aberración de los espejos pero sin ellos.
Gritamos.
Nos escondimos.
Nos buscamos otra vez.
Y nos asustamos de nuevo.
No sabíamos como regresar a ser uno,
no sabíamos si queríamos ser uno o dos, como ahora
o si siempre, desde antes, habíamos sido dos
o si sólo habíamos despertado así, con más verdad.
Regresamos cada uno a la cama y tratamos de dormir;
al despertar nos miramos de nuevo y creímos haber soñado todo.
No hablamos por miedo,
porque sabíamos exactamente lo que el otro iba a decir de inmediato.
Decidimos negarlo todo calladamente,
desde el desdoblamiento hasta todo lo demás que sentimos.
Fue como despertar,
como morir sin perder el peso de los huesos,
como saber que somos uno y que nuestra locura nos hace ser dos,
que así como hemos amado
también hemos matado cuando nos separamos
y que el uno quiere negar la verdad al otro
y que la culpa nos está consumiendo
y que por eso de vez en cuando
negar que somos dos es imposible.
Y nos asustamos.
Y huimos.
Y nos escondemos.
Y nos encontramos en la complicidad del silencio compartido
mientras eso es aún posible.
Music: Next Exit - Interpol
Quote: "Quien tiene la llave de los sueños abre cualquier puerta" L. Ivo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario