Cuando alguien me pide prestado un libro o me pide que le recomiende uno, siempre surge la pregunta "¿Y de qué se trata?" A mi modo de ver, esa es la pregunta más desagradable que se puede hacer. Porque a lo largo del tiempo me he dado cuenta de que la literatura no se trata sólo de historias, sino de sentimientos y lugares y, sobre todo, de formas.
Mi predilección por las formas, por no decir, mi obsesión por ellas, la remonto al momento en que leí un libro que yo catalogué de "poco convencional", es decir, algo que no necesariamente me cuenta una historia desde el principio al fin en un orden estrictamente cronológico o que tampoco se concentra en contarme una historia como tal sino una serie de reflexiones acerca de todo y de nada al mismo tiempo.
El libro que leí bajo esa nueva perspectiva fue La pasión según G. H. de Clarice Lispector, aunque creo que bajo este rubro se puede considerar algo más universal, Rayuela de Cortázar es la novela por excelencia y, sin embargo, rompe con la cotidianeidad de la narración e impone un nuevo orden y una nueva forma.
Las formas son los grandes atractivos que encuentro en la literatura. Así que si alguien me pregunta de qué se trata algo, yo usualmente contesto que eso no importa porque lo de menos es la historia o la patología de los personajes, sino la manera en que el escritor entreteja una realidad a través del lenguaje.
Ciertamente, las formas no son el atractivo fundamental para toda la gente. Hace unos meses un amigo me recomendó un buen libro; yo, en la tendencia normal de recomendar lo que a cada uno le agrada más, le sugerí Niebla, de Miguel de Unamuno. La historia, si es que debo contarla para contextualizar, gira en torno a un hombre indeciso que encuentra que se ha convertido en un personaje de ficción pues el mundo se le revela del otro lado, donde reina la metaliteratura y el autor cobra vida en la novela; pos upuesto, pasan una serie de cosas interesantes y puramente anecdóticas que bien vladría la pena comentar aquí; sin embargo, a mí la historia como tal no era lo que me llamaba la atención, sino más bien, el hecho de pensar en la metaliteratura en sí y en la posibilidad de crear entes de ficción a partir de nuestras propias obsesiones.
Para no hacer el cuento largo, diré que a mi amigo no le gustó la novela (nivola en realidad) y prefirió que le prestara algo de Isabel Allende. Sin ánimos de ofender a la escritora que también tiene sus cosas atractivas e interesantes, yo desistí de enseñar a la gente a comparir mi amor por las formas y lo metaliterario y dejé de sentirme como un predicador al estilo cristiano que busca recoger a tantas ovejas descarriadas se encuentre.
A mí la historia puede no importarme, pues me improta más la pasión, la tristeza y el experimento literario con que algo se construye. Ejemplos de mis libros favoritos, que manejan algo que yo insisto en llamar "diferente" existen bastantes, por mencionar algunos, diré que disfruto el absurdo de Esperando a Godot, el arrebato y la melancolía de los dos personajes que esperan a la espernza aún cuando saben que ésta no llegará; también me fascina el experimento literario de El beso de la mujer araña con sus formas discontinuas y la creación de personajes a partir de la oscuridad de una cárcel. Encanto especial tienen las Historias de Cronopios y de Famas y el hecho de que el lector nunca sabe qué es exactamente qué es un cronopio pero igual resulta encantadoramente atractivo.
Así que la literatura no se trata sólo de historias. Es más, creo que pensar en ella como una serie de relatos no es sino empobrecerla. Se ha dicho ya que la litaratura no tiene más que cinco temas posibles y si esto es cierto (que no dudo) es la forma la que rescata las historias y les otorga la novedad que sigue desgarrando almas e intrigando cuerpos.
Si fuera tan sencillo trabajar con lenguaje, todos seríamos escritores de oficio.
Music: Sigur Rós - Agaetis Byrjun
Quote: "Amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo quiere" J. Volpi
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