sábado, 24 de noviembre de 2007

Sueños

La noche trae con su oscuridad un silencio sublime. Yo recuerdo imágenes extrañas que me orillan a pensar que la vida no es más que un juego, que no importa, que es un accidente.

Cierro los ojos y veo cómo los bosques alzan el vuelo y los caminos se entrelazan, los hombres se confunden y deciden echarse al agua ya que los peces danzan en la superficie.

Trato de continuar con mis visiones, me divierten, pero no puedo continuarlas sola. Suena el teléfono una vez más en el día pero no es tu voz la que está al otro lado, nunca eres tú.

¿Dónde estás? Llevo años esperándote; anoche te hice de cenar y cuando hube terminado recordé que hacía mucho que no regresabas a cenar, a desayunar, a dormir conmigo.

La mente a veces me juega malas pasadas; cuando me doy cuenta de la realidad ya es demasiado tarde. Por eso me guata vivir de mis sueños y ahí tomar tu mano al ver el ocaso, reír cuando nos abrazamos y tocar tu cabello.

¿Cuánto tiempo llevo esperándote? No sé. Te digo que esta mala memoria me traiciona; desde que me hace enojar he optado por ignorarla. Por eso no sé cuánto has estado ausente, tampoco indago si acaso regresarás, ya no.

Trato de retomar mi visión y parece que veo que llegas volando, luminoso, junto con águilas que guían tu camino. Luego, la gente sale del agua y los peces vuelven al mar. El cielo se abre mágicamente y tú estás conmigo.

Las rosas marchitas del jardín de renuevan y vuelven a nacer. La respiración del mundo se siente ligera, perfumada, dulce. Los ojos tristes y secos que portaba mi rostro ahora sonríen y parpadean con esperanza. Estamos juntos.

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