sábado, 10 de febrero de 2007

Existir

No hay amor,
sólo el amargo roce del viento en mis párpados
secos y salados.

¿Felicidad? Nada en este cuarto oscuro
condenado al derrumbe catastrófico
que retumba en las paredes huecas.

Esta alma mía desgarrada solloza
y eleva sus brazos temblorosos,
respira el aire efímero al abrir sus ojos,
creyentes aún en los milagros.

No existe más vida que el recuerdo plástico de lo intangible,
que el murmullo ecuánime de una sonrisa,
que el arrollador silencio del mundo.

Un ser plumoso y bello alza el vuelo
y escapa a la vista al traspasar el horizonte;
la esperanza se sumerge eternamente
en el infierno de mortandad del que una vez escapara.

Cielos nublados y grises,
rosas sin esencia,
vida sin sueños.

Pero la luz matinal se asoma débilmente...

Camino en un desierto dorado con el sol a cuestas
y un siglo de inmortal oscuridad por recorrer.

Aquí en este tálamo de tristezas congeladas,
en el sepulcro de las ilusiones,
en el dolor carmesí de la existencia.

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