El 19 de enero de 1809 nació en Boston el escritor y crítico Edgar Allan
Poe. Famoso en la actualidad por sus cuentos de terror y por haber
revolucionado este género dotándolo de profunda perspectiva psicológica, Poe
fue también padre del género detectivesco y contribuyó a la emergente ciencia
ficción. En su veta poética logró una de las composiciones más influyentes y
significativas en la literatura actual: “El cuervo”. Este poema de largo
aliento vio la luz por primera vez en enero de 1845 y se convirtió en uno de
los textos más importantes del romanticismo norteamericano, un símbolo de la
literatura gótica y una referencia literaria fundamental.
La magia poemática de la obra radica, en parte, en la versificación y
sonoridad hipnótica (apreciable en su idioma original), así como en la
atmósfera lúgubre y la angustia que proyecta el personaje narrador. A través de
características propias de la poesía como imágenes, figuras retóricas y
estribillos, Poe introduce una historia narrada por un personaje sin nombre
cuya voz cuenta un episodio singular que cambia el resto de su existencia.
La historia es, en realidad, muy sencilla. Abre con un verso que
recuerda la tradición cuentística de relatos fantásticos, situados en ningún
lugar y en todos: “Una vez, al filo de una lúgubre medianoche”; ya desde aquí
se advierte el tono que el resto de la composición tendrá: lo siniestro, la
noche y el secreto se fusionan en un relato mágico inmerso en la atmósfera que
alude al misterio.
El hombre, adormilado en su sillón, escucha el llamado a la puerta de su
cuarto. Luego de algunas cavilaciones sobre si quizá el sonido sólo proviene de
su mente y dilucidando la razón por la que alguien venga a buscarlo, se decide
a abrir la puerta. Con este acto, a la par del viento gélido, penetra a la casa
un horrible cuervo presto a instalarse en el busto de Palas sobre el dintel de
su puerta. Ahí, en la inmovilidad tétrica y fantasmagórica, alucinante y
diabólica, el pájaro permanece con el movimiento nimio del susurro de dos
palabras: “Nunca más”.
El narrador se siente sorprendido y desconcertado ante el animal cuya
quietud y misterio comienzan a abrumarlo. Ante su impavidez, empieza a
dirigirle preguntas sobre su procedencia o el motivo por el cual lo ha elegido
a él para instalarse en su hogar. Mas el cuervo no otorga respuesta concreta
sino un constante: “Nunca más”. Conforme avanza la historia, el lector se va
enterando de que el personaje atormentado ha perdido a su amada Leonora y urge
de saber en qué lugar post mortem se
encuentra. El grito y la desesperación lo llevan a ver en el cuervo a una suerte
de profeta sapientísimo, o bien, a una figura de los infiernos que le ha de
decir algo más sobre su propia vida. Pero ante su única respuesta, el terror del
personaje aumenta, tanto que se expande hacia todos los rincones de la
habitación, a través de las cortinas y la alfombra, igual por los ojos que por
los oídos, hasta contagiar al mismo lector con una angustia incontrolable.
El único repertorio lingüístico de la bestia aumenta la locura. El
personaje está fuera de sí y son sólo sus digresiones y problemas los que
aparecen a los ojos del lector. Es un hecho que al final del poema sólo sabemos
lo que sucedió al inicio: que el cuervo está en el dintel de la puerta, quieto,
con los ojos encendidos como fuego y atormentando al hombre que lo mira. Pero,
¿qué esconde, pues, su letanía repetitiva, tan fuerte y poderosa que ejerce tal
control sobre el protagonista?
Ese “Nunca más” es cuna de muchas significaciones e interpretaciones.
Puede pensarse que el cuervo es sólo el reflejo de la psique alterada del
hombre, quien halló en el pájaro una especie de salida a sus propios
conflictos; quizá el cuervo sea el narrador mismo, quien ha entrado en un
proceso de alucinación esquizofrénica. Una de las maneras de leer este poema es
pensando al cuervo no como un simple animal sino como un símbolo, una
representación física de un fantasma que atormenta la mente y el espíritu.
No es casualidad la contraposición entre la rigidez y estatismo del
cuervo y la movilidad y alteración del protagonista. Cabe recordar que el
inicio del poema presenta a un hombre adormilado y poco a poco sus sentidos se
alteran hasta que acaba sin reconocimiento de sí y sin control, gritando por la
locura y la angustia que lo invade. El cuervo existe más allá de su forma
física, pues su verdadera fuerza es la representación de aquello que no se va
nunca, como los recuerdos o la tristeza. En alguno de los versos, el
protagonista clama por un poco de Nepente, un bálsamo que se usaba en la
antigua Grecia para provocar el olvido; asimismo, clama por otro aliciente
divino, procedente de Galaad; esto lo hace en un intento desesperado por
deshacerse del dolor que el ominoso pájaro representa.
La composición se titula “El cuervo”, pero la carga existencial y
angustiosa recae siempre en el hombre, al pájaro lo tilda de demonio o bestia, pero
es sólo una representación del personaje narrador y se convierte en un ser que
no se irá nunca. La mínima esperanza del personaje que dice: “Otros amigos se han ido antes; / mañana él también me dejará” es una ilusión vana, pues el cuervo se quedará
eternamente sin que él sea capaz de hacerlo desaparecer. Así pues, el recuerdo
de Leonora está vivificado por el cuervo quien nunca emprende el vuelo y que con
su presencia inmóvil no logrará generar el alivio de una compañía sino fabricará
una soledad vigilada, angustiosamente.
El cuervo bien podría ser una proyección física de múltiples demonios
internos, así como de la imposibilidad de escapar de ellos, de olvidarlos o de
trascenderlos. La locura del narrador es tal porque todos aquellos demonios han
conseguido materializarse. Pensando en Poe, cabe señalar que su vida fue
tortuosa: pasó temporadas de verdadera pobreza en su intento por hacer del
oficio de escritor algo redituable, su padre lo desheredó y sufrió la muerte
prematura de su esposa —acaecida cuando ella tenía 24 años, después de una
larga agonía por la tuberculosis—, además de que su constante contacto con el
alcohol y las drogas lo arrastraban a estados de alucinación y profundo
desgaste físico.
"Nunca más" es una sentencia que, lejos de pensarse como un
carácter liberador, está oprimiendo el alma y el pensamiento, bañando de
estatismo doliente toda la existencia. El pico del cuervo grazna y reverbera el
silencio con una sola frase que recuerda a cada segundo que nada es posible
mejorarse, siempre la misma respuesta ante una infinidad de preguntas llega con
la certeza de un dolor insondable por no ser capaces de cambiar nada ni de
olvidar nada.
Así pues, tanto para el narrador del poema como para el mismo Poe, la
cantaleta constante del cuervo, en la letanía idéntica del “Nunca más” igualmente
simbolizan lo inamovible del destino, la desesperación de ver materializadas las
más profundas tristezas irreparables. Esta tortura es suficiente para
horrorizar a cualquiera y para hacer de esta vida de terror algo que no termina
nunca, si acaso sólo con la muerte. Así lo explicita el grandioso poema en sus
versos finales: “Y mi alma, / del fondo de esa sombra que
flota sobre el suelo, / no podrá liberarse. ¡Nunca más!”
Poe sucumbió a los horrores que atormentaban su consciencia. Murió a los
40 años en el hospital del Washington College, luego de haber sido encontrado
en las calles, delirando y necesitado de ayuda. Las causas reales de su muerte
no han sido esclarecidas totalmente y hay muchas conjeturas al respecto. Al
final, el poeta dejó el mundo con el mismo halo de misterio que pobló su
literatura y con la intensidad que transmitió en muchos de sus personajes.
Music on: Me & Mr Jones - Amy Winehouse
Quote: "porque del amor / uno nunca regresa a tiempo ni regresa limpio." A. E. Quintero
Reading: Dí su nombre - Francisco Goldman
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