El otro día pesqué por casualidad en
facebook esta imagen/frase, del tipo que abundan. Estaba en el muro de alguien
y venía de un sitio llamado: “Vida y Armonía. Centro terapéutico”.
El sentido de la frase, seguramente, debería ser alentador,
es decir, viene de un lugar que se compromete con la armonía y la terapia para
el buen vivir, debería ser algo para ser feliz, algo tranquilizador, pero,
contrario a eso, me quedé pensando en lo patética que es, verdaderamente,
nuestra existencia, nuestra condición de “tener que aceptar”, de existir donde
te aconsejan que luchar un poco a contra corriente parece ser terrible. En
serio ¿tenemos que aceptar las situaciones así como así? ¿Tenemos que
resignarnos a que el mundo es una mierda? ¿Acaso hay algo tan espantoso en
compadecernos por nosotros mismos y querer sufrir porque las cosas no son como
nosotros queremos que sean? ¿Es tan malo
tener pensamientos al respecto y estar en desacuerdo con la situación? No
pienso ahondar en más ejemplos específicos porque creo que de esto está lleno todo
el comportamiento humano, ya sea enfocado a nuestras familias, nuestras amistades, relaciones de pareja, ambiciones, sueños, y demás cosas que nos
conforman.
El mundo es bastante desagradable, por más que queramos
idealizarlo. Hay un término en alemán, bastante curioso y muy difícil de traducir al
menos al español: “Weltschmerz”. El diccionario Pons lo traduce pobremente como
“melancolía”, pero en realidad trata de significar un peculiar dolor por el
mundo, como lo dice literalmente, se trata de una suerte de dolor por la
insuficiencia del mundo en comparación con la propia voluntad y las propias
exigencias. Muchas veces experimento esa sensación, de que el mundo duele. Y
quizá sí, uno sufre porque no acepta, porque el pensamiento quiere cosas
mejores, pero entonces ¿el mejor consejo que se nos pudo haber ocurrido es,
simplemente, aceptar que el mundo es así y ya? Quizá soy una idealista de lo
peor, pero sí me parece desagradable que la existencia sea tan terrible, tan
asquerosa. Somos un puñado de hipócritas que van por la vida pregonando que
existen mejores cosas, pero ni siquiera nosotros mismos nos las creemos y
entonces terminamos pregonando cosas como que la aceptación de las situaciones
es la mejor manera para estar bien. Qué mediocre suena eso.
En un fragmento de uno de sus textos menores: Preparativos de boda en el campo, Kafka
demuestra un gran sentimiento de inadaptación y zozobra por el mundo en
general, afirma estar totalmente solo, sin ningún asidero de ningún tipo.
Escribe:
"Yo no he aportado -que yo sepa- nada de las cualidades exigidas
por la vida, no he aportado más que la general y humana debilidad, merced a la
cual he absorbido vigorosamente –a este respecto de una fuerza inmensa- el
elemento negativo de mi tiempo, un tiempo que está muy cerca de mí, que no
tengo derecho a combatir, pero que puedo, hasta cierto punto, representar."
Este estado, totalmente existencialista, ubica a Kafka como
un testigo de la tragedia del mundo. El escritor se veía a sí mismo como un ser
acusado y condenado y escribía un registro exhaustivo de los múltiples
desengaños, de una vida en completa bancarrota. Kafka, sintiéndose extranjero
en su propia familia y en su propio tiempo, sigue viviendo en un mundo que lo
desconcierta. Leyendo algunos de los estudios sobre la obra de Kafka, encontré
una mención bastante lúcida en el libro de Marcos Suances, El irracionalismo, esta mención explicaba el arte de Kafka mediante
lo que le sucede a Gregorio Samsa: “en un principio, evita vivir trágicamente
la absurda transformación y trata de ordenar lo sucedido con una patética buena
voluntad, confía en que lo terrible se vuelva normal”.
Creo que esa mención no es sólo una manera
de entender la obra de Kafka sino una buena ventana para entender nuestra
propia existencia. Es cierto que al principio estamos luchando contra
corriente, creyendo que existen cosas mejores, más elevados ideales, otras
maneras de existir; pero tarde o temprano, aunque no nos estemos convirtiendo
literalmente en un bicho desagradable y asqueroso, sufrimos una transformación
interna que nos dice que a pesar de que queramos reordenar el caos del mundo, creer
ilusiones, incluso comprarnos la idea de que somos buenas personas, no podremos
y que finalmente tendremos que confiar en que esa parte tan terrible que es el
mundo en sí, debe formar parte da la normalidad, nuestra normalidad. Es decir, que
aceptaremos todas las situaciones sin luchar más por ellas. Insisto, qué
mediocres.
No puedo evitar recordar una vez más a Sísifo y esa loable
actitud de ser feliz a pesar de todo, —entiéndase a pesar de que la propia
familia te retire el habla, a pesar de que el tipo al que amas te pone el
cuerno, a pesar de que por más que te esfuerces no vas a lograr lo que quieres,
a pesar de que tu vida sea mediocre y sólo vivas en un pastiche, a pesar de que uno mismo es también bastante desagradable— y una parte de mí quiere ser egoísta
totalmente y dejar de poner las esperanzas en cursilerías de cambios, en
creencias de que no somos tan deplorables. Pero fracaso y me duele el fracaso y
la verdad, sigo luchando un poco a contra corriente creyendo cosas imposibles y
no me resigno a aceptar así como así, aunque duela. Sísifo es loable y sabe que
aunque el mundo se esté viniendo a pedazos y aunque sepa que si acaso logra
burlar por unos momentos el castigo, siempre tendrá que regresar a su miseria.
Así es nuestra vida y para dejar de sufrir deberíamos aceptarla.
Hace no mucho tiempo un amigo notó que yo gozo el dolor. Tenía
razón, sufro siempre antes de tener que
aceptar que el mundo es tan terrible, lo sufro y de tanto hacerlo he
encontrarlo un cierto placer en ello; quisiera poder aceptarlo con más sencillez,
debería mejor acostumbrarme, pero no puedo. Sé que Sísifo es el epítome de un
cierto tipo de rebeldía que se jacta de triunfar entre lo inamovible, él es más
grande que su propia porquería y es grande porque ha aceptado que el mundo es
así de terrible y puede seguir siendo feliz. Ah, aceptar, ¿cómo aceptar? Quisiera ser así, que no me importara el mundo, pero no dejo
de cuestionarme, ¿esa es la felicidad? ¿en serio? Pues Camus lo apunta
categóricamente: “hay que imaginarnos a Sísifo feliz” ¿no nos queda sino aceptar
que no podremos escapar de la porquería y sabernos esclavos de un determinismo
inalterable? ¿debemos, como dice Kafka, confiar en que lo terrible se vuelva
normal, así como así?
Pues sí, o sea, sí, no estoy en negación, entiendo
perfecto que la respuesta es sí, sin duda, pero no porque conozca la respuesta me encuentro muy satisfecha con ella: ¿cómo podemos satisfacernos sabiendo que somos tan pero tan
desagradables, miserables y asquerosos? Pues así. Y qué terrible.
Music on: Stop crying your heart out
Quote: "Estás en algún punto entre el deseo y la desilusión, en el largo descenso hacia la muerte." Philip Roth
Reading: Engaño - Philip Roth
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