viernes, 12 de agosto de 2011

Olvidar

Entonces se suceden eventos inusitados, fuera de nuestro control.

Una noche cualquiera nos encontramos tan seguros del amor, de aquellas mínimas cosas que nos hacen creer que hemos conocido la felicidad, y de pronto, de la nada, comprobamos que ese aleteo de mariposa al otro lado del mundo está alterando seriamente la estabilidad que reinaba en nuestro hemisferio personal.

¿Quién va a ser bueno en las despedidas? De pronto se personifica como un monstruo imponente la terrible la certeza del adiós y nunca del olvido (el olvido no existe, susurra la bestia desde su dentadura maloliente y amarilla) De pronto queremos olvidar, sin éxito; acaso logramos traspasar algunos sucesos a la luz endeble y pálida, de aquellas cosas que se recuerdan como, literalmente, parte de uno, como un brazo que se mueve y una nariz que respira. No se puede olvidar, ni modo, quizá podamos soñar con un sano adiós, pues despedirse es posible, pero no es sencillo, claro que no.

Podríamos soñar una buena parte de nuestras vidas, con el deseo en lo más alto, queriendo hallar en sueños eso que nos falta, podríamos incluso conseguirlo de vez en cuando. Pero hay que despertar. Despertar a ese mundo donde las manos se encuentran desiertas y arrugadas por la sal llorada, donde no hay ojos que buscar para alumbrar los propios, donde el cansancio por la distancia es un fruto secándose paulatinamente, y al que sin embargo regresamos para buscar una gota más de su sabor. Así es la separación, ese adiós que nos platicamos y no terminamos de creer, es una gota que no termina de caer y ya está seca, una palabra que alguien dice pero no hay manera de ser escuchada, una postal de un lugar visitado hace tanto tiempo que si regresamos a él no sabremos reconocerlo.

Una noche, pues, estamos seguros de algo, creyendo en una realidad, y luego la brisa matutina se escabulle a la habitación mostrándonos el craso error: la soledad vive alegre, cernida en las ropas nuevas, la promesa se desvanece como sombra aniquilada por el amanecer, y lo peor, el olvido se incrusta en los poros hasta hacerse parte íntima de uno mismo, como algo propio, algo a lo que queremos acceder y no podremos, nunca.

Las cosas se suceden, qué se le va a hacer, sin el libre albedrío que el todopoderoso dijo que tendríamos, un engaño más.


Music on: Elephant - Damien Rice
Quote: "Llamo al destino para que me devuelva mi alma" - Friedrich Hölderlin
Reading: La noche - Francisco Tario

2 comentarios:

Mar dijo...

ay Adriana tendriamos q juntarnos a llorar un rio, yo estoy tratando de olvidar y no se q duele mas? si tratar de olvidar lo q no se olvida o recordar, creo q despues de tanto dolor me quedara es capacidad luminosa q nombras en otro de tus escritos la de "amar si la necesecidad de ser amada"....

Adriana Dorantes Moreno dijo...

Oye Mar, yo encantada de platicar contigo, me da mucho gusto que me leas y que te guste. Pásame tu correo.