miércoles, 15 de diciembre de 2010

Los alrededores


Finalmente hubo árbol, y nacimiento y botitas y dulces, toda la cosa. Y un río de lágrimas momentáneo inevitable. Pero ahí estamos, a unos días de la cena y los vinos. ¿Felices?, no lo sé, quizá no completamente, pero estamos juntos y eso es lo que importa.


Porque yo no necesito nada de cuestiones religiosas, ya saben lo que pienso al respecto, que es un opio del pueblo, que alimenta esperanzas vanas y que ciega a los hombres ante la verdad, porque en ninguna circunstancia, ni siquiera es bueno pensar que existe para agredirlo o cuestionarlo, eso es perder el tiempo.


A mi díganme de lo que sí importa. Meter un arbolito en casa para celebrar el nacimiento del salvador al que hay que cantarle a eso de las 12 que es cuando nació, patrañas también. Sí le sigo la corriente es por los alrededores, como si yo estuviera presenciando un performance que acarrea beneficios colaterales, que son los que yo disfruto.


Tanta lata doy con el arbolito, una pobre pieza de naturaleza asesinada que no me remite a ningún dios, en dado caso, si de eso se tratara, mejor recuerdo el origen, la tradición nórdica, el árbol del universo como centro del misticismo vital en cuya copa se halla Asgard y en las raíces Helheim. El arbolito una vez más simboliza el efecto colateral. Sé que el “niño dios” no nació en diciembre, sino en abril, así como se que el cristianismo como religión oficial respondió a una cuestión política cuando el emperador Constantino pensó que lo más conveniente era, ante el número de conversos en Europa, declarar el cristianismo como la religión oficial, ganar adeptos, terrenos y finalmente poder, como siempre. Sé que no hubo salvador, sino acaso un profeta, que no nació de manera divina y tampoco cuida de los hombres que lo crucificaron. Pero finalmente todo lo que vivimos y creemos saber por cierto está construido a partir de una mentira, y una acumulación de mentira está perfilada a crear una verdad universal y compartida.


Decoro un árbol de navidad con esferas de colores, más porque me gusta el color y el brillo, que porque me represente el regalo de Dios al hombre o la alegoría de la manzana que tentó a Adán. Le pongo luces porque es la luz es parte de los recuerdos de infancia que busco hacer perdurables, no porque ahí radique la luz de la divinidad al mundo, y doy regalos sin ningún otro simbolismo que el de dar algo auténticamente a la gente que quiero y deseo que esté a mi lado. Esos son los eventos colaterales, los alrededores y son más importantes que el performance.


Así pues, si cenaremos en navidad para celebrar la llegada de dios, yo cenaré para celebrar la unión familiar, la alegría que todavía nos da juntarnos y el h echo de que a pesar de que somos muy diferentes siempre estamos apoyando la espalda del otro cuando se necesita y conviviendo por gusto y no por obligación. Dada la taza de familias disfuncionales o de gente que ni siquiera tiene a alguien con quien contar, el ser afortunada me representa cosas más importantes y trascendentes, más dignas de celebrar que el nacimiento de un supuesto niño milagroso.


Celebremos pues. Yo celebro y me contento con tener un árbol y un nacimiento que une a la gente, por las causas que sean, pues el resultado es benéfico. Nada le agradezco a Dios sino a la gente que me rodea, si acaso debiera agradecerle, y no directamente a él, es el efecto placentero que me produce todo esto y que tan absurdo pretexto una a la gente y saca lo mejor de ella.




Music on: Human - The Killers
Quote: "un cobarde es un hombre capaz de prever el futuro. un valiente es casi siempre un hombre sin imaginación" Charles Bukowski
Reading: La máquina de follar - Charles Bukowski

1 comentario:

Toñiux dijo...

Yo se de MUY pocas personas que de verdad celebran el nacimiento de Jesucristo, y se de muchas a las que nos gusta la Navidad (así con maýuscula) por el hecho de celebrar que sobrev... eh, pasamos un año más juntos, y por recibir regalitos.

¿Y para que si no? Dios o no Dios, salvador de hombres o no, acá estamos, mal que bien. Y el puro hecho de que de entre todos los humanos nos haya tocado estar más o menos en el mismo tiempo y espacio merece celebrarse.