viernes, 10 de julio de 2009

La invención de Morel

Los instantes jamás regresan, pero qué tal si tuviésemos la posibilidad de recrearlos a voluntad de manera que resultaran totalmente verosímiles, casi reales. ¿La idea de la muerte nos detendría? A veces la vida parece llegar a un punto sin salida, en el cual la tentación ante una vida alterna es lo más real y poderoso que se tiene.

Adolfo Bioy Casares tuvo a bien escribir una novelita titulada La invención de Morel, en el año de 1940; la historia trata de un náufrago de cuyo nombre jamás se entera el lector y que llega a una isla en la que encuentra un aparato maravilloso inventado precisamente por un tal Morel. Al principio, la narración parece orillarnos a que nuestro protagonista está en una isla en la que no comparte el mismo tiempo o espacio con el resto de los habitantes, pues a pesar de que los ve y trata de interactuar con ellos, jamás recibe reciprocidad en ninguna de sus acciones.

La razón de tales acontecimientos se explica en la función y empleo de la invención de Morel. Se trata de una máquina o artefacto capaz de reproducir incansablemente las escenas capturadas a través de una especie de lente fotográfico o por una rudimentaria cinta de video. Poco a poco nos vamos enterando de que Morel estuvo haciendo experimentos con su aparato y logró capturar escenas específicas de sus amigos y de su acompañante una chica míticamente hermosa de nombre Faustine, de la cual el náufrago se enamora.

El único defecto de la invención de Morel es que todo aquello que ha sido capturado por su lente y que se repetirá hasta la eternidad en él, está condenado a morir en la realidad. Así, lo que el náufrago percibe son sólo imágenes de gente ya muerta, imágenes que se repiten sin novedad ni variación. Aún con esta certeza, el náufrago no logra desenamorarse de Faustine y al contrario, se gesta una obsesión que crece conforme pasan los días, hasta el punto en que se coloca junto a ella en las reproducciones de la máquina, pretendiendo que ambos existen en el mismo plano.

En un descuido con el artefacto, la mano del náufrago es capturada por accidente por la invención de Morel, el protagonista sabe que una vez sucedido esto, su muerte es inminente. El náufrago a pesar de esto, se siente feliz pues sigue recreando a voluntad una vida imaginaria junto a su amor imposible. Ahí termina el relato, no en la muerte sino en la idea alegre de la repetición.

Me pregunto si en estados tan extremos seríamos capaces de entregarnos a esa mentira feliz aún sabiendo que esta traerá consigo la muerte. El concepto me resulta perturbadoramente atractivo. No es novedad el deseo por negar la realidad y el hecho de tener la posibilidad de crear una nueva es una idea bastante tentadora. Sería maravilloso tener una invención de Morel para enajenarnos a capricho, creo que finalmente no importaría la muerte sino la idea feliz que la antecede. ¿Acaso mi locura ya ha excedido los límites? Estoy segura de que no.


Music on: Details in the fabric - Jason Mraz feat. James Morrison
Quote: "Cada momento cae la última gota de la clepsidra" J.L. Borges
Reading: El fin de la locura - Jorge Volpi

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

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