jueves, 11 de junio de 2009

Sabios potenciales según Séneca y Platón.

Dentro de mis fases filosóficas, que no son muchas ni frecuentes, tuve a bien escribir un ensayo sobre la postura de Séneca y Platón frente a su concepción de lo que es o debe ser un "sabio". Fue una aventura, estos hombres sí que profundizan y reflexionan y encuentran cosas demasiado pensadas; aún así, me atreví a encontrar ciertos defectos en sus tesis. Y aquí están, pues:

La Apología de Sócrates es un texto escrito por Platón, que contiene las supuestas últimas palabras de Sócrates en su defensa antes de ser condenado. Aquí, a grandes rasgos, se expone la posición de Sócrates como un hombre sabio, presumiblemente humilde y justo que no teme a la muerte y que está convencido de que su forma de actuar a lo largo de su vida ha sido la correcta.

Cabe mencionar que este texto nos habla de un Sócrates que no necesariamente corresponde en su totalidad al Sócrates real sino que más bien se debe tomar como la ficción que hace Platón al tomar a Sócrates como personaje más que como persona real, esto con el fin de demostrar ciertas ideas que se ajustan a la apología; en realidad, este recurso no es para sorprenderse, pues Platón utiliza en muchos de sus Diálogos el pretexto de Sócrates como personaje para exponer las ideas de éste y dejarlo como el sabio más grande de todos.

Este sabio que se describe en la Apología, en las palabras del mismo Sócrates, se trata de una persona que lucha por defender la verdad y por manifestarla a cualquier persona que se atreva a ocultarla. Sócrates afirma que está a punto de ser condenado por cargos que no ha cometido pues él, lejos de ser “un hombre malvado que corrompe a los jóvenes (…) que indaga lo que pasa en los cielos y en las entrañas de la tierra, que no cree en los dioses, que hace buenas las más malas causas”
[1] es un hombre que se dedica a decir la verdad, a descubrir la ignorancia y a denunciar a aquellos falsos sabios que, con petulancia y en una actitud extravagante, dicen serlo, pero en realidad no lo son y están muy lejos de serlo.

Entonces para Sócrates el verdadero sabio es básicamente aquel que reconoce que su sabiduría no vale nada, aquel que se ciñe puramente a la verdad y que prefiere la muerte antes de ver cometida una injusticia.

Por otro lado tenemos a Séneca quien en sus Diálogos dedica un apartado que trata “Sobre la firmeza del Sabio” en donde ya desde el título se puede intuir el contenido, aunque sea vago, de lo que contiene el texto. Séneca habla mucho sobre la condición del sabio tratándose éste de un hombre cuyos atributos, cualidades y modo de conducirse lo han apartado incluso de la esfera de los seres humanos. La sabiduría en Séneca es explicada como un proceso en el que el sabio se ha convertido en un hombre que no es afectado por ninguna pasión y que tiene una firmeza tal que toda injuria y todo suceso externo a él no lo afecta.

Séneca también habla de la prudencia del sabio como una cualidad esencial en su actuar y su sentir. Dado que el sabio es casi un dios no se conduce de mala manera ya que todo lo medita y es prudente en sus acciones, lo cual le permite, por supuesto, negar las pasiones y no reaccionar impulsivamente ante las injurias, sino, como ya se había dicho, dejarlas pasar sin que lo afecten.

Ahora bien, si Séneca justifica la actitud del sabio a través de la prudencia, Sócrates la busca a través de la verdad. El sabio que personifica Sócrates no es para nada prudente en el sentido de que no le afecten las injurias y por eso no actúa ante ellas, al contrario, este sabio, lejos de la pasividad está dispuesto a demostrar que él tiene la razón frente a las cosas que él mismo propone. La acción de Sócrates frente a la pasividad de Séneca es una gran diferencia en cuanto a la concepción de sabiduría.

Sin embargo, si en algo coinciden ambos es en abstraer la figura del sabio como un ente que está más allá del alcance de los hombres. En Séneca esta afirmación es explícita: "Del mismo modo que algunos escollos que hunden su base en las profundidades cortan el mar y ni siquiera muestran vestigio alguno de violencia, a pesar de haber sido azotados durante siglos, así el espíritu del sabio es consistente y acumula tanta fuerza que está tan a salvo de la injuria como las materias de que te hablé."
[2] Es decir que el sabio es un ser que ya no puede ser afectado por ninguna de las acciones humanas y que se ha trasformado casi en un dios.

Para Platón el sabio no se ha convertido aún en un dios, sin embargo afirma que Sócrates es como el enviado de Dios, el que con su sabiduría se ha colocado por encima de los mortales y tiene acaso la misión de comunicar su sapiencia sin la cual el resto de la humanidad quedará en tinieblas: "Se me figura que soy yo el que Dios ha escogido para excitaros, para punzaros, para predicaros todos los días sin abandonaros un solo instante. Bajo mi palabra, atenienses, difícil será que encontréis otro hombre que llene esta misión como yo; y si queréis creerme, me salvaréis la vida."
[3]

Cabe señalar que ambos escritores parten de situaciones distintas, es decir, para Séneca en su diálogo sólo habla de las cualidades del sabio, mientras que en Platón el sabio es el que está hablando y lo hace no en una situación común sino en el momento antes de morir (o de ser condenado a muerte, que para el caso es lo mismo). Precisamente basándonos en la situación particular de Sócrates, cabe resaltar un elemento importante dentro de la conformación de la postura del Sabio; Sócrates recurre a la retórica para tratar de convencer a sus jueces no que no lo ejecuten, pues esta acción negaría sus propios ideales de justicia así como su no temor a la muerte, sino que se den cuenta de la pérdida que ocasionarían de ejecutarlo y no creer en sus palabras. Al hacer esto Platón se pone en una postura aún más petulante que los mismos sofistas a los que el mismo Sócrates critica, pues su actitud resulta bastante chocante y en su afán de decir la pura verdad cae en chantaje para lograr un remordimiento de conciencia en sus jueces.

Por eso, entre otras cosas que ya se han demostrado, es que el sabio que personifica Sócrates es un hombre activo que está involucrado en cuestiones humanas y que puede lidear con las pasiones, no porque no le afecten sino porque su sabiduría es tal que le permite estar en contacto con ellas y saberlas manejar. El sabio de Séneca simplemente se ha alejado de todo esto y como se ha alejado de las cuestiones humanas nos parece, creo, más artificial y no algo con lo que se pueda relacionar fácilmente.

Aunque el sabio de Sócrates es más petulante y manipulador, se siente más sincero y más real que el de Séneca y la realidad otorgada por Platón da a lector la impresión de que la sabiduría es algo que de hecho se puede alcanzar. Aparte, Sócrates sigue siendo humano porque aunque diga que su sabiduría no es para estarse presumiendo y da a entender que parte de la sabiduría reside en la humildad, es evidente que la humildad se le olvida en el momento en que afirma que efectivamente él es más sabio que todos los que lo están condenando y que el castigo más grande no reside en la muerte de éste sino en la eterna ignorancia en que quedarán todos los demás si deciden matarlo.
[4] Esta humanidad es por mucho, más lógica y más verdadera que todo lo que pudiera decir Séneca sobre ese ser inhumano, tan lejano de los mortales comunes. Pues aunque la sabiduría otorga una cierta calidad de superioridad, es también propio de la sabiduría el saber cómo utilizarla. Es decir, ¿de qué le sirve a Séneca presentar a un sabio impávido ante todo? ¿no es más válido hacer uso de esa sabiduría de acuerdo a la misma? Es por eso que la retórica de Sócrates también funge como parte de la sabiduría pues ésta consiste, en buena parte, en utilizar los medios necesarios para llegar a un fin que puede ser variable pero que debe ser conseguido.

De cualquier modo, pese a los defectos que encuentro en la postura de Séneca, creo que para conformar la identidad de un verdadero sabio, es necesario tomar características de ambos y no sólo ellos sino de otras ideas que complementaran la figura del sabio, por ejemplo un poco de la prudencia del estoicismo y de un buen balance entre razón y sentimiento, por mencionar algo.

Asimismo, restaría la petulancia de Sócrates porque en varias de sus frases esta actitud no lleva a nada y bien puede ser sustituida por un poco de la prudencia de Séneca en el actuar dado que ser prudente es actuar igualmente con sabiduría frente a situaciones determinadas; sin embargo, es admirable el uso de la retórica en Sócrates pues enseña una forma práctica de demostrar la sabiduría, es decir, maneja las palabras de tal suerte que logra convencer a sus jueces de que crean justamente lo que él quiere que crean y definitivamente se necesita sabiduría para lograr esta clase de efecto.

El sabio debe tener el valor de conocer todas las pasiones, de adentrarse en ellas y posteriormente, mediante el uso de su sabiduría, elegir cuál de ellas quiere permitir y cuál negar. Si acaso hay una sola virtud que resuma el comportamiento correcto del sabio, quizá esta residiría fuertemente en la prudencia pues lo hace capaz de elegir sobre todas sus acciones y palabras. La prudencia está muy ligada a la sabiduría, tanto que sin una no habría la otra; una persona que actúa impulsivamente es porque no tiene la sabiduría para discernir sobre sus acciones, de igual forma, una persona medianamente sabia siempre tiene la paciencia para pesar un momento sobre la forma de conducirse, es decir, ser prudente y obtener beneficios (ya sea personales o colectivos) de una manera más sencilla y hasta duradera.

Otra cosa relacionada con la virtud de la prudencia es que el sabio es una persona que tiene todo el derecho de sentirse superior al resto de los hombres; el simple hecho de llegar a la sabiduría ya otorga un estatus de superioridad y en este punto la prudencia indicará al sabio qué hacer con el poder que tiene (pues todo conocimiento es poder) y le ayudará a decidir sobre lo que quiere hacer en esta posición privilegiada.

Si el sabio está encaminado al bien o al mal no es algo que se diga explícitamente en ninguno de los textos pero se intuye que la sabiduría de ambos está encaminada al bien. Sin embargo creo que la sapiencia otorga también la posibilidad de actuar tanto bien como mal ya que a partir de un conocimiento obtenido a través de la sabiduría, el hombre tiene la capacidad de discernir hacia qué lado de la balanza desea dirigir sus acciones, si hacia el bien o hacia el mal, o bien, ya sea a conveniencia propia o para ayudar a otros. Este problema no es tratado por ninguno de los autores pero creo que vale la pena resaltarlo un poco pues consiste también en hablar de lo que representa el conducirse de una manera correcta o incorrecta o bien éticamente buena o mala, lo cual necesitaría un análisis más complejo de las acciones del hombre mismas que creo que no vale la pena analizar a conciencia en este momento, pues sería una discusión muy larga que ya no tendría como eje la sabiduría en sí sino la manera ética de actuar del hombre frente a situaciones determinadas; sin embargo, sí resalto el hecho de que nuestros dos autores consideran la sabiduría encaminada al bien y no consideran lo ambiguo que puede llegar a ser la concepción del bien o del mal pues depende de circunstancias específicas.

La sapiencia de ambos personajes parece algo difícil de lograr, aún en Sócrates, que es el que se nos presenta más humano. Y es difícil conformar la idea de un verdadero sabio pues la sapiencia depende, creo yo, de muchas más cosas de las que estos autores han considerado.

¿Existe tal cosa como un verdadero sabio? No lo creo; de existir, tendría que ser un dios como el de Séneca, (o algo muy cercano a so cuando menos), un ser que más bien está apartado de la concepción de los mortales y que no le afectan las cosas propias de la vida. Este sabio no existe y la sabiduría es bastante relativa ya que no es de ningún modo lo universal.

Los intentos de Platón y Séneca sólo contemplan algunas partes de la sabiduría, que no son suficientes para elaborar un concepto más universal de lo que esto implica e incluso la pretensión de universalizar esta clase de cosa sería complicada, así como lo es universalizar casi cualquier otra cosa.


[1] Platón, Diálogos, Porrúa, Sepan cuantos, México, 2000, p. 5.
[2] Lucio Anneo Séneca, Diálogos, Carmen Codoñer (trad.), Tecnos, Madrid, 1996, p. 37.
[3] Platón, op. Cit, p. 11.
[4] Platón, op. Cit, p. 13.


Music on: Dream again - Franz Ferdinand
Quote: "El sueño de la razón engendra monstruos" Goya
Reading: El viaje - Sergio Pitol

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