miércoles, 24 de diciembre de 2008

Un poema navideño

Quise pegar este poema de Fernando Pessoa (firmado bajo el pseudónimo de Alberto Caeiro); hace poco lo descubrí, o me lo descubrieron, mejor dicho, y me pareció una muy buena oportunidad ponerlo acá debido a la fecha. Creo que el contenido es crudo, en partes y esperanzador en otras, pero no una esperanza mala y opiácea, sino algo muy anclado en la realidad que de hecho se desprende de la concepción general de lo que es Jesús y dios mismo... claro, de una manera muy sincera y para algunos, lastimera. 

EN UN MEDIODÍA de fin de primavera
tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo bajar a la tierra.
Vino por la falda de un monte
nuevamente como un niño,
corriendo y rodando por la yerba
y arrancando flores para tirarlas
con una risa que se oía a lo lejos.
Había huido del cielo,
era demasiado nuestro para fingirse
la segunda persona de la Trinidad.

En el cielo todo era falso, todo estaba en desacuerdo
con flores y árboles y piedras.
En el cielo debía estar siempre serio
y alguna vez volverse hombre nuevamente
y subir a la cruz, y estar siempre muriendo
con una corona hecha toda de espinos
y los pies clavados con un clavo con cabeza,
y hasta con un paño alrededor de la cintura
como los negros en las ilustraciones.
Ni siquiera le dejaban tener padre y madre
como los demás niños.
Su padre era dos personas—
un viejo llamado José, que era carpintero,
y que no era su padre;
y otro padre que era una paloma estúpida,
la única paloma fea del mundo
porque no era del mundo ni era paloma.
Y su madre no había amado antes de tenerlo.
no era mujer; era la maleta
en la que él había venido del cielo.
Y que rían que tan sólo nacido de madre,
y sin padre para amar con respeto,
¡predicara la bondad y la justicia!

Un día en que Dios se hallaba durmiendo
y el Espíritu Santo andaba volando,
fue a la caja de los milagros y robó tres.
Con el primero hizo que nadie supiera que había huido.
Con el segundo se creó eternamente humano y niño.
Con el tercero creó un Cristo eternamente en la cruz
y lo dejó clavado en la cruz que hay en el cielo
y sirve de modelo a las demás.
Después huyó hacia el sol
y bajó por el primer rayo que cogió.
Hoy vive conmigo en mi aldea.
Es un lindo niño risueño y natural.
Se limpia la nariz con el brazo derecho,
chapotea en los charcos,
arranca flores, las quiere y las olvida.
Arroja piedras a los burros,
roba fruta en las huertas
y huye de los perros llorando y gritando.
Y, porque sabe que a ellas no les gusta
y que todos se ríen,
corre detrás de las muchachas
que van en grupo por los caminos
con los cántaros en la cabeza
y les levanta las faldas.

A mí me enseñó todo.
Me enseñó a mirar las cosas.
Me muestra todas las cosas que hay en las flores.
Me hace ver como son graciosas las piedras
cuando las tenemos en la mano
y las mira despacio.
Me habla muy mal de Dios.
Dice que es un viejo estúpido y enfermo,
siempre escupiendo en el suelo
y diciendo groserías.
La Virgen María pasa las tardes de la Eternidad tejiendo calcetas
y el Espíritu Santo se rasca con el pico
y se retrepa en las sillas y las ensucia.

Todo en el cielo es estúpido como en la iglesia católica.
Me dice que Dios nada entiende.
De las cosas que creó—
«Si es que él las creó, que lo dudo»—
«Él dice, por ejemplo, que los seres cantan su gloria,
pero los seres no cantan nada,
si cantaran serían cantores.
Los seres existen y nada más,
y por eso se llaman seres.»
Y después, cansados de hablar mal de Dios,
el niño Jesús se duerme en mis brazos
y lo llevo cargando hacia la casa.

Él vive conmigo en mi casa a la mitad del monte.
Él es el eterno niño, el Dios que faltaba.
Él es lo humano que es natural.
Él es lo divino que sonríe y que juega.
Y así es que sé con toda certeza
que es él el Niño Jesús verdadero.
Y el niño tan humano que es divino
es ésta mi cotidiana vida de poeta,
y porque siempre está conmigo soy siempre poeta,
y mi mínima mirada
me llena de sensación,
y el más pequeño sonido, sea lo que fuere,
parece hablar conmigo.

El Niño Nuevo que habita donde vivo
me da una mano a mí
y la otra a todo lo que existe
y así vamos los tres por el camino que haya,
brincando y cantando y riendo
y gozando nuestro secreto común
que es el de saber en todas partes
que no hay misterio en el mundo
y que todo vale la pena.

El Niño Eterno me acompaña siempre.
La dirección de mi mirada es la que señala su dedo.
Mi oído atento alegremente a todos los sonidos
son las cosquillas que él me hace en las orejas, jugando.
Nos llevamos tan bien uno con el otro
en compañía de todo
que nunca pensamos uno en el otro,
pero vivimos juntos siendo dos
en un íntimo acuerdo
como la mano derecha y la izquierda.
Al anochecer jugamos a la matatena
en el escalón de la puerta de la casa,
graves como conviene a un dios y a un poeta,
y como si cada piedra
fuese todo un universo
y fuese por eso un gran peligro para ella
dejarla caer al suelo.

Después le cuento historias de las cosas sólo de los hombres
y él sonríe porque todo es increíble.
Se ríe de los reyes y de los que no son reyes,
y le da pena oír hablar de las guerras,
y del comercio y de los barcos,
que humean en el aire de alta mar.
Porque él sabe que todo eso falta a aquella verdad
que una flor tiene al florecer
y que anda con la luz del sol
cambiando los montes y los valles,
y haciendo que duelan los ojos por los muros enjalbegados.
Después él se duerme y yo lo acuesto.
lo llevo en brazos adentro de la casa
y lo acuesto, desnudándolo lentamente
como si siguiera un ritual muy limpio
y del todo maternal hasta que está desnudo.
El duerme dentro de mi alma
y a veces despierta en la noche
y juega con mis sueños.
Coloca a unos piernas arriba,
pone a unos encima de otros
y aplaude solo
sonriendo a mi sueño.

Cuando muera, hijito.
que sea yo el niño, el más pequeño.
Tómame en tus brazos
y llévame hacia adentro de tu casa.
Desnuda mi ser cansado y humano
y acuéstame en tu cama.
Y cuéntame historias, si despierto,
para que vuelva a dormir.
Y dame sueños tuyos para que juegue
hasta que nazca cualquier día
que tú sabes cuál es.

Esta es la historia de mi Niño Jesús.
¿Por qué razón que se perciba
no ha de ser ella más verdadera
que todo lo que los filósofos piensan
y todo lo que las religiones enseñan?

Music: Perfect day - Lou Reed
Quote: "de otro, será de otro, como antes de mis besos" P. Neruda

2 comentarios:

Angel Pastrana dijo...

Suponiendo que sea veraz la existencia de Jesús de Nazareth(a pesar de nacer en Belem), así como su portentosa vida, siempre queda la imagen de que, si se eleva su estado existencial a divino, queda fuera de cualquier admiración, puesto que su carácter de todopoderoso minimiza cualquier logro que pudo realizar, sin embargo al reconocerlo como un humano más, sin ningún parentesco teogónico, es más de exaltar su vida e incluso su sacrificio. volver dios a Jesús simplemente es, despojarlo de su grandeza.

Bellisimo poema. Felicidades, un saludo.

.:. Fenrir Branford .:. dijo...

Una forma bastante curiosa de "personalizar" a una parte de la dichosa trilogía maravilla de los estúpidos católicos... no se, es un escrito que si bien no es del todo de mi gusto, me provoca cierta dicha o placer al leerlo... y es que se pueden hallar toda una variedad de ramificaciones al leerlo... incluso hacia el final se puede hallar cierta conotación sexual o_O'... pero el punto escensial persiste: la desacralización y humanidad del mito.