Pocas veces las clases universitarias hacen tanto sentido en
la vida, pocas veces las lecturas son realmente reveladoras, pocas veces uno
aprende tanto en tan pocos minutos. Pero pasa. He traído en la cabeza el mismo
discurso, ya no amoroso necesariamente, pero sí de relaciones interpersonales. En mi defensa puedo
decir que en soledad y lejos de las rutinas y los lugares acostumbrados por
años he aprendido muchas cosas, he tenido momentos de nulidad, de sueños y
contrasueños, de revelaciones silenciosas y sobre todo de crecimiento en
distintos niveles.
Lágrimas he derramado a lo largo de mi vida
por la tragedia de que nunca recibo de la gente lo que espero de ella o porque nunca sucede lo que
me gustaría que sucediera. Pero he aprendido y sigo aprendiendo. He aprendido
por un lado, a soltar a la gente hacia la libertad, y por otro, que uno no puede esperar que las personas cambien porque uno lo quiera, ni
siquiera porque uno se los pida. Son obviedades, pero en verdad son cosas que
dan mucho trabajo de entender plenamente y es todavía más difícil aplicarlo a
la vida. Yo, por el momento, estoy en ese camino del aprendizaje y
hasta hoy estoy bien.
Me he dado cuenta de que las relaciones
afectivas pueden tornarse pesadillezcas. En mi experiencia no sólo con las
relaciones de pareja. En los últimos meses he padecido un descentramiento total
a causa de la amistad, así que no es exclusivo, aunque sí más frecuente, que sea el
amor no correspondido, trágico y sufrido el que venga a ocasionar las crisis. Pero en
realidad la cosa podría ser bien simple. La clave, creo, es mantenerse fiel a
uno mismo y entender que no hay vacíos que otras personas puedan llenar si uno
no es capaz de llenarlos primero. No digo que la gente debe estar condenada a
una vida de soledad y declarada misantropía, para nada. Sólo digo que no es una
buena idea montar las esperanzas en la otredad y que la completitud debe
alcanzarse por uno mismo a través de las cosas que a uno le gustan en sí.
Además, muy importante en este aprendizaje de
las relaciones, es saber soltar. Así fue que después de una clase muy bizarra
sobre Roland Barthes aprendí a gozar la nulidad, la anulación del otro y la
libertad de ambos. La cosa va más o menos así: uno tiene que aprender a no
querer agarrar al otro y entender que esto es una apuesta no por la renuncia,
sino por la libertad. Alcanzar la nulidad, para Barthes, es un estado de
placer, esta nulidad aparece cuando mi persona es capaz de soltar al otro. Mas
en este soltar, muy importante, no existe el sacrificio. Es decir, no es que yo
deje al otro en libertad y yo sufra sabiéndolo lejos de mí. Al soltarlo también
se suelta el sacrificio. Así yo entiendo
que si bien puedo amar al otro, y que en el amor no hay nada de trágico, amo algo más
grande, más trascendental que el otro, es decir, yo amo la libertad de ambos. La
renuncia al sacrificio de la renuncia es sensata y está apoyada en ese deseo
más grande y sólo de esta manera es posible gozar la anulación del otro, y
todos felices.
Es complejo en la práctica, lo sé. Pero bueno,
si uno tiene problemas para soltar y no se atreve a optar por la libertad,
habría que hacerse la pregunta fundamental: ¿me quedo o me voy? Y si uno se queda, se queda
bien, acepta y ama al otro como es, sin tragedias, ni dramas, ni berrinches,
ni expectativas. Y si se va, también, sin tragedias, ni dramas, ni berrinches,
ni expectativas. La cosa no debiera ser tan complicada. Hay que soltar y si
uno no puede soltar, ya habrá otro incauto que quiera agarrar por siempre
y que ante ese acto se pierda la libertad y uno termine creyendo que la libertad del otro es
un sacrificio personal terrible.
Debiera se sencillo, creo. Ahora que llegar ahí es
casi budista y honestamente, bastante complicado en la práctica. Yo lo estoy intentando. No puedo dejar de
amar, así soy, pero estoy aprendiendo a dejar al amor por debajo, para que
cuestiones más trascendentales, duraderas y sobre todo personales me lleven a
conseguir mi estado de placer.
Music on: Hometown Waltz - Rufus Wainwright
Quote: "Lo poco y nada que lo quiero, tú no lo traes nunca, / debido a esa carencia aspiro a tanto". Henri Michaux
Reading: El imperio de las flores - Severino Salazar