Gustave Flaubert escribió cerca de 3800 cartas a Louise
Colet, su amante. Dichas epístolas no son únicamente un motivo de chisme sobre una pasión, sino
una puerta hacia ese otro Flaubert, más allá del escritor siempre insatisfecho y perfeccionista de
Madame Bovary, como se le conoce en la actualidad. Gide afirmó
que cambiaría las novelas de Flaubert por su correspondencia y es que en las
cartas fluye la pluma de un autor humano y al mismo tiempo erudito, encarcelado por las
vicisitudes que nos interrumpen el cauce vital a todos pero otorgando una respuesta
humana y ordinaria, sin dejar de lado su inteligencia.
Es en 1846 cuando Flaubert conoce a Louise Colet. El
escultor Pradier, amigo de Gustave los presentó, con la intención de que el
escritor tuviera una amante fija, por razones estrictamente higiénicas. Mas de
ese encuentro resultaron, no sólo una serie de encuentros casuales entre
amantes ávidos de desfogue sexual, sino un amor apasionado, una compenetración
intelectual profunda, aunque no siempre en acuerdo sobre algunos temas, una complicidad que se refleja en cada carta.Gustave encontró en ella un receptáculo para la expresión de
sus más profundos sentimientos así como sus ideas más sinceras; la redacción no
contiene freno alguno, se aprecian escritas al vuelo, y aún así, sobresalen en ellas la
perfecta factura de su prosa, así como la cadencia y cohesión de todas las ideas y
sentimientos. Gustave relata escenas cotidianas y problemáticas mundanas
seguidas de episodios de revelaciones intelectuales y vitales, con el sello de
su propio ser erudito: “Me fastidia la inteligencia; quería ser completamente
sencillo para amarte como un niño, o si no, ser un Goethe o un Byron”.
Entre todo, Flaubert es un ser espontáneo y sincero, muy
alejado del hombre que no dejaba de realizar cambios a Madame Bovary hasta que le
satisficiera por completo. Sobre su libertad vital y la deliberada falta de
planes y tensiones, esta frase: "Mis libros están abiertos en el mismo sitio;
nada ha cambiado. La naturaleza exterior nos avergüenza: es de una
serenidad desoladora para nuestro orgullo. Es igual, no pensemos ni en el porvenir,
ni en nosotros, ni en nada. Pensar es la manera de sufrir. Dejémonos llevar por
el viento de nuestro corazón; mientras hinche la vela, que nos empuje como
guste y, en cuanto a los escollos... ¡qué más da! Ya veremos."
Las cartas revelan a Flaubert como un hombre sin reservas que se
enamora, y que por supuesto, presa del amor, también despotrica en su contra cada que puede, desprecia sus engaños y sus
embrutecimientos, en muchas ocasiones. Este aspecto me parece especialmente
importante, pues muestra una convicción personal frente al amor, el saberlo
como un opio al que no puede renunciar, el entenderlo como algo dañino para
todo el que lo toque. Baste leer algunas de las frases más acertadas al
respecto: “¿No sabes que amar demasiado trae mala suerte a ambos?”,
“Lo grotesco del amor me ha impedido siempre entregarme a él”, “No soy de esos
para quienes la posesión mata el amor; al contrario, lo enciende”, “Estoy
espantado del amor, porque siento que nos devora a ambos, sobre todo a ti”.
Y sin embargo, ama, profunda e intensamente: “Apenas te he
dejado y, a medida que me alejaba, mi pensamiento regresaba hacia ti. Corría
más aprisa que el humo de la locomotora que huía tras de nosotros (es una
comparación con muchos humos, perdón por el chiste). Vamos, un beso, rápido, ya
sabes cómo, de los que dice Ariosto, y otro más, ¡más!, más, y también,
después, bajo la barbilla, en ese sitio que me gusta de tu piel, tan suave, en
tu pecho donde apoyo mi corazón. Adiós, adiós. Todas las ternuras que quieras.” En otra carta, escribe así: "Pero aún no te olvido, lo
sabes muy bien. No ha llegado la hora. Habrá tiempo para pensar en eso cuando
estemos en esa situación. No te afanes en ser desdichada. Piensa siempre que te
quiero, dítelo, complácete en esa idea; ponla aparte en tu corazón, no para
turbarlo y llenarlo hasta los bordes, sino para confrontarlo y penetrarlo con
calor. Si quieres, hazle tomar un baño de amor, a tu pobre corazón, pero no lo
ahogues.”
Flaubert supo que la felicidad era pasajera, que las
desgracias del mundo eran enormes y que él era sólo un escritorcillo más,
doliéndose de la existencia, doliéndose incluso de su propia erudición: “Siempre
es así: uno hace sufrir a los que quiere, o ellos le hacen sufrir”, “Ser tonto,
egoísta y tener buena salud son las tres condiciones requeridas para ser feliz;
pero si nos falta la primera, todo está perdido”, eso y saber que la felicidad,
en realidad, no es un placer sino una condena: “Cada alegría hay que pagarla
con un dolor, ¿qué digo con uno?; ¡con mil! Así pues, hago bien en no buscarlas
demasiado. La felicidad es un placer que te arruina.”
Estas muestras, a mi parecer, dan una nueva cara el
escritor, o más bien, revelan aspectos que no salen a flote a través de su literatura. Cuántas
veces hemos deseado conocer a nuestros autores preferidos más allá de sus
obras. Estas cartas son una evidencia irrefutable del hombre, antes de las
letras, con las leras y por las letras pero más allá de las letras.
Music on: Lost cause - Beck
Quote: "Esas lágrimas causadas por mí, querría rescatarlas con otros tantos vasos de sangre." Gustave Flaubert
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